LA REVOLUCIÓN DE 1859 Y LA VIGENCIA DEL PENSAMIENTO RADICAL.
- Cristián Hidalgo Morales
- 28 ene 2019
- 6 Min. de lectura
Este 5 de enero de 2019, se conmemoran 160 años del inicio la Revolución de 1859, igualmente conocida como la “Guerra Civil de 1859”, la “Revolución Constituyente” y/o la “Revolución de la Plata”. Los líderes indiscutidos de este alzamiento revolucionario, Pedro León Gallo y Manuel Antonio Matta, cuatro años más tarde fundarían la Primera Asamblea Radical en Copiapó, dando origen a nuestro Partido.
Si bien es cierto, el origen de este alzamiento es de carácter económico, motivado en el alza indiscriminada de los impuestos sobre la minería local; no es menos cierto que sus líderes tenían en vista no sólo sus intereses financieros, como dueños de minas; sino una profunda vocación democrática, republicana y libertaria, que les llevó a enarbolar la bandera de la lucha contra el autoritarismo y por una Asamblea Constituyente, conjuntamente con el laicismo y la necesidad de descentralizar administrativamente el país.
Fue así como los rebeldes atacameños, junto a sus pares en Concepción, Valparaíso, Talca y Chillán se alzaron en armas contra el gobierno conservador de Montt y Varas. Pero mientras los alzamientos en el puerto y el sur fueron sofocados rápidamente, el foco en Copiapó se extendió, controlando completamente la provincia de Atacama; y, tras vencer a las fuerzas de gobierno en la batalla de Los Loros (14 de marzo de 1859), ocuparon la ciudad de La Serena y el Limarí. Tan sólo reuniendo una fuerza enorme (más de 3.000 hombres bien armados y entrenados), el gobierno pudo finalmente derrotar a los rebeldes en la batalla de Cerro Grande (29 de abril de 1859). Copiapó resistió hasta el 12 de mayo. Tras la derrota, los líderes revolucionarios debieron partir al exilio, principalmente hacia Argentina; pudiendo retornar tan sólo después de la amnistía decretada en 1861.
A pesar de su derrota militar, la Revolución de 1859 tuvo un impacto enorme en la política de nuestro país: en lo inmediato, precipitó la renuncia a la candidatura presidencial de Antonio Varas, ministro del gobierno conservador de Manuel Montt y representante del continuismo, tras lo cual asume la presidencia José Joaquín Pérez, dándose inicio al periodo conocido como “República Liberal”. No obstante, el legado más significativo de la gesta atacameña, sin duda, lo constituye el haber sembrado las ideas que llevaron al grupo de sublevados a renunciar al Partido Liberal y a fundar, en diciembre de 1863, el Partido Radical de Chile.
En su fundación, nuestro Partido proclamó como objetivos fundamentales la reforma a la Constitución autoritaria de 1833, mediante un mecanismo de Asamblea Constituyente; la reducción del exacerbado poder presidencial, que durante la década del “Montt-varismo” había devenido casi en una dictadura; la separación entre el Estado y la iglesia católica, promoviendo la educación laica; la descentralización administrativa del país, dando mayor autonomía a las provincias; y la libertad electoral, acabando con la grosera intervención y manipulación que – hasta ese entonces – se ejercía de los comicios, por parte de los gobiernos de turno, lo que había permitido la hegemonía conservadora por más de tres décadas.
Si analizamos las ideas fuerza que dan vida a nuestro Partido, hace más de 155 años, podemos concluir que hay tareas que aún se encuentran pendientes, y a las que no debemos renunciar, bajo ningún pretexto. Sin ir más lejos, hoy nuestra sociedad se encuentra regida por una Constitución Política generada bajo la dictadura militar fascista, cuyos cambios en los últimos 30 años han sido más bien cosméticos: profundizando ciertos rasgos como la progresiva jibarización del Estado; la pervivencia de enclaves y cerrojos autoritarios y conservadores (como es el caso del Tribunal Constitucional, hoy devenido en una “tercera cámara” desde el punto de vista legislativo y una “tercera instancia” desde el punto de vista judicial; violentando con ello el orden republicano); el sistemático despojo de nuestras riquezas y recursos naturales; la entronización del mercado, en abierto desmedro de los derechos sociales, cuyo ejemplo más dramático es la crisis del sistema de pensiones (igualmente heredado de la dictadura y – desgraciadamente – perfeccionado y fortalecido bajo los gobiernos de la Concertación/Nueva Mayoría); y un exacerbado poder presidencial, que algunos definen casi como una “monarquía civil”. Desde este punto de vista, resulta evidente la necesidad ya no de “modificar” o “reformar” la Constitución pinochetista, sino – derechamente – crear una nueva Carta Fundamental; ello mediante un proceso realmente participativo y democrático, que no es otro que la Asamblea Constituyente. Y en este sentido, necesario y fundamental es precisar – contrariamente a lo que sostienen los líderes de la derecha, secundados por algunos personajes que se dicen de “centro” e “izquierda”, incluidos algunos supuestos “radicales” – que la Asamblea Constituyente no es un “invento” de “marxistas” o “chavistas”; sino que fue propuesta por primera vez en la política chilena, en los albores de la República, por los Padres Fundadores de nuestro Partido, y reafirmada posteriormente en la mayoría de las Convenciones del mismo, desde 1888 y hasta la promulgación de la Constitución de 1925.
A mayor abundamiento, cabe destacar que la mayor parte de las Constituciones de los países latinoamericanos, contemplan el mecanismo de Asamblea Constituyente, como la herramienta – por excelencia – para reformar sus Cartas Magnas; y no existe evidencia alguna que la existencia o aplicación de este mecanismo democrático de decisión, haya sido la causa basal de ninguna crisis económica ni institucional, en ningún país. De esta suerte, los radicales no debemos temer, ni dejarnos intimidar por el discurso de los conservadores y sus coristas; sino que tenemos el derecho y el deber de reivindicar este principio fundamental, que hoy cobra plena vigencia; máxime si consideramos que muchas de las reivindicaciones más sentidas por nuestro pueblo – como el derecho a la educación, al trabajo, a la vivienda, a la salud y a la seguridad social; el respeto a los Derechos Humanos y el reconocimiento de la diversidad, en todas sus expresiones y dimensiones; la definición de Chile como un Estado Plurinacional; el adecuado tratamiento de la delincuencia; una descentralización efectiva; la recuperación de nuestra riquezas esenciales; la protección del medio ambiente; la erradicación de las prácticas corruptas en la política y en la administración pública; y el término de la injerencia de las sectas religiosas en la vida privada de los ciudadanos – pasan, necesariamente, por un cambio de paradigma del Estado (hoy reducido a un mero rol subsidiario y de orden público), lo que demanda inevitablemente una Nueva Constitución, generada democráticamente, y acorde con el ideario del Chile que queremos construir en el siglo XXI.
Por lo mismo, estamos convencidos que la gran tarea iniciada por nuestros Padres Fundadores y por quienes consecuentemente les sucedieron, está aún pendiente; y ninguna justificación admite que debamos abjurar del sagrado deber de levantar, una vez más, las banderas de la defensa y profundización de la Democracia, para lo cual es condición sine qua non, el derogar la espuria constitución pinochetista y su legado de corrupción, exclusión y autoritarismo. El Partido Radical tiene – probablemente más que ningún otro – la autoridad moral, el prestigio y la historia, para liderar este proceso; nadie puede cuestionar la vocación democrática y republicana de nuestro Partido y, por ello, no estamos obligados a dar “pruebas de blancura” en este sentido a ninguna otra colectividad, coalición ni gobierno; menos aún, a un régimen caracterizado por la intolerancia y la corrupción, y que no tiene mejor forma de “resolver” los conflictos sociales derivados de su inoperancia y del fracaso de sus añejas recetas políticas y económicas, que criminalizar los movimientos sociales y reprimir (hasta el límite del crimen) la creciente protesta popular.
Hoy más que nunca, el Pensamiento Radical está vigente; hoy como ayer, las banderas del radicalismo están presentes; nuestro deber es enarbolarlas y llevarlas a una nueva altura, la del Radicalismo del Siglo XXI.
Santiago, 5 de enero de 2019.
Cristián Hidalgo Morales, Abogado.
Miembro de la Comisión Política Nacional. Partido Radical de Chile.
* Las opiniones vertidas en este espacio son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la posición de alguna instancia u órgano regular del Partido.
Bibliografía consultada:
1. Regionalismo, Liberalismo y Rebelión. Copiapó en la Guerra Civil de 1859. Joaquín Fernández Abara. RIL Editores, Facultad de Historia Universidad Finis Terrae, Santiago, 2016.
2. Pedro León Gallo. Jorge Ibáñez Vergara. Editorial Fundación Tierra Amarilla, Santiago, 2010.
3. Los Radicales Ante la Historia. Julio Sepúlveda Rondanelli. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1993.
4. Historia del Partido Radical. Luis Palma Zúñiga. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1967.
Imagen de Portada: “La bandera constituyente – 1859”, Christian Rivadeneira.
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